Ayuda deficiente en el Sahel
Según el estudio titulado "Beyond Any Drought", algo así como "Peor que cualquier sequía" auspiciado por ong como Oxfam y Save the Children, los programas para hacer frente a las hambrunas en las naciones más pobres de África acaban empobreciendo aún más a esos países.
Dos años después de la crisis en Niger que dejó a 3,6 millones de personas sin comida y llenó las televisiones de imágenes de niños famélicos, las agencias de ayuda humanitaria han sido incapaces de mejorar la coordinación entre ellas y con los gobiernos locales.
Camilla Toulmin, directora del Instituto Internacional para el Medio Ambiente y el Dessarrollo (IIED) que también ha participado en el citado estudio, ha declarado que "esta historia se repetirá si los gobiernos de la zona del Sahel y las ong no adoptan una estrategia nueva para la región". En muchas ocasiones, las ong extrangeras no consultan a los nativos, son inflexibles con algunas ideas preconcebidas sobre soluciones a aplicar y se dedican más a focalizarse en sus objetivos como organización que en mejorar las vidas de los pobres, dice el estudio. Además, los proyectos a menudo tienen presupuestos para un año o dos y deben producir resultados medibles en ese periodo.
Así, las agencias de desarrollo se quejan de que las organizaciones humanitarias a menudo trabajan a contra corriente de los esfuerzos para trabajar conjuntamente con las instituciones de los gobiernos de esos países. A menudo las ONG "hacen el puente" a las autoridades locales para repartir alimentos.
La crisis de Niger hizo que estas tensiones llegaran a un punto de ebullición máximo. Y como recoge el estudio "El antagonismo entre los trabajadores para desarrollo y los trabajadores humanitarios en la crisis de Niger es total".
Resulta evidente y más a la luz de este estudio que la ayuda humanitaria peca demasiadas veces de una especie de soberbia que poco tiene que ver son el espíritu humanitario y filantrópico. La burocratización de la ayuda, que comporta una ceguera evidente del que ayuda, no sólo empobrece y perjudica al que es y sigue pobre sino que entroniza comportamientos que no tienen nada de éticos ni tienen nada que ver con la justicia social.
La autocrítica en el Tecer Sector es a menudo la asignatura pendiente.
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